¿Qué es la inspiración?

―Oye, Rubén, ¿qué es la inspiración?

―Es el estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia.

―Sí, bueno. Yo también sé leer el diccionario de la Real Academia Española. Lo que quiero es saber tu opinión.

―¿Mi opinión?

―Sí.

―Pues yo pienso que la inspiración es una quimera.

―¿Una quimera? Picasso no opinaba lo mismo. Él decía que «la inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando».

―Lo sé. Y es una frase muy cierta.

―Pero acabas de decir que para ti la inspiración no existe.

―No dije que no existiera, sino que es una quimera.

―¿Y qué diferencia hay?

―La inspiración, tal como la entiende la mayoría de la gente, consiste en que estás tumbado en el sofá, viendo cualquier programa mediocre en televisión, y de pronto te viene una idea genial, te sientas a escribirla y siete días después tienes un libro listo para editar. Eso es una quimera; es decir, es una ilusión inexistente.

―¿Entonces qué es para ti la inspiración?

―Lo que decía Picasso.

―Me he perdido.

―A ver. Tú escribes, ¿no?

―Sí, bueno… Algún relato… Cositas así.

―Vale, asumiré entonces que escribes y que te consideras escritor. ¿Cuánto trabajas tu faceta de escritor?

―Pues intento escribir una o dos horas al día.

―¿Nada más?

―No puedo: tengo trabajo, familia, vida personal…

―No me refiero al tiempo. Me refiero a si sólo escribes.

―¡Claro! ¿Qué voy a hacer, si no?

―¿Tú no te sientas a escribir líneas argumentales o a documentar personajes?

―Eso también, pero…

―Pues eso también es escribir.

―Ah.

―¿Y buscas ideas?

―Cuando se me ocurre alguna.

―Pues eso también es escribir.

―Pero se me ocurren en el trabajo, o en el parque, o en un restaurante; casi nunca cuando estoy escribiendo.

―Mejor aún.

―¿Mejor aún?

―Sí; eso significa que dedicas más tiempo del que pensabas a la escritura. Así que no estás dedicando dos horas al día, sino tres o cuatro.

―Pero es inconsciente.

―Claro, eso es lo mejor: que el cerebro trabaja por ti.

―Pues ya podría trabajar cuando me siento a escribir.

―Tampoco seas negrero. Da gracias de que te haga ese favor.

―Sí, hombre. Le daré las gracias por ser tan caprichoso.

―No, si todavía tendrá que pedirte perdón por ayudarte.

―¿Ayudarme? El otro día estaba revisando las facturas de un proveedor y cuando había revisado doscientas treinta se me ocurrió un argumento para un banquero que trataba de forma despótica a los clientes sin nómina; luego lo despedían y se daba cuenta de lo terrible que había sido su comportamiento, así que decidía ir a casa de cada uno de ellos a disculparse.

―Suena interesante.

―Todo lo interesante que tú quieras, pero fui a anotar la idea y cuando volví a lo que estaba haciendo perdí el hilo y tuve que empezar de nuevo. ¡Doscientas treinta facturas! Además, ya me dirás qué tiene de interesante ese argumento.

―El argumento es lo de menos, eso se va puliendo con el tiempo. Lo interesante es el tema que te sugirió tu cerebro.

―¿Por qué?

―¿Recuerdas que una vez me constaste que ibas a quitar todas tus cuentas de un banco porque te habían tratado mal?

―Sí, pero eso fue hace como cuatro o cinco años.

Pues ahí se creó una sinapsis neuronal que ha ayudado a que la idea vaya cogiendo forma, mediante la creación de nuevas sinapsis que…

―Un momento. ¿Sinapqué?

Sinapsis.

―¿Y eso qué coño es?

Una sinapsis neuronal es una unión virtual entre neuronas, algo así como una conexión eléctrica. Cuando aprendes algo se generan sinapsis neuronales, y cuando creas ideas, también. Cuanto mayor sea el número de sinapsis, más información vas a poder abarcar o menor va a ser el esfuerzo que tengas que hacer para pensar o recordar algo.

―¿Me explicas qué tiene que ver eso con lo del banco?

―Pues que tu sensación en el banco se quedó en tu cerebro, ha ido madurando y de pronto te la ha escupido porque se han ido creando nuevas sinapsis: las relacionadas con tu experiencia, las experiencias que has escuchado de otros clientes, noticias que has visto, relatos o novelas que has leído y opiniones que has intercambiado con tu cuñado.

―¿Madurando? ¿Cómo madura una idea que no sé ni que existe?

―Cuando duermes, sueñas, ¿verdad?

―Sí.

―Pues ahí el cerebro está construyendo ideas con tus vivencias. Dicen que sólo conocemos el diez por ciento de lo que soñamos, el resto se lo queda el cerebro y puede no salir nunca a la luz, o…

―O puede ser que te lo escupa de pronto.

―¡Exacto! Y lo mejor de todo es que también construye ideas mientras estás despierto, e incluso mientras estás trabajando. Y por eso el otro día te escupió una idea: porque estaba construyéndola en ese momento.

―¿Y por qué no la escupe cuando es necesario?

―Eso lo harás si lo entrenas.

―¿Y cómo se entrena?

―Para empezar, dejando que escupa las cosas cuando le apetezca.

―Eso es un sinsentido.

―Espera, que no he terminado. Esas ideas te irán saliendo en cualquier momento y no debes dejarlas pasar, porque podrías olvidarlas. Lo interesante es sentarte con calma y con tiempo, sacar todas esas ideas anotadas y leerlas una a una o combinadas buscando alguna conexión.

―¡Pero eso significa que trabajo yo, no mi cerebro!

―Claro: vas a trabajar tú y, con suerte, tu cerebro te va a dar una pista, un ayuda o una nueva idea.

―Espera, espera… ¿Estás diciendo que el cerebro genere ideas cuando te pille trabaj…? ¡Ah! ¡Entonces eso es la inspiración!

―Veo que lo has captado.

―A eso se refería Picasso.

―No sé si Picasso se refería exactamente a eso, pero imagino que sí.

―Bueno, él era pintor. Supongo que no es equiparable.

―Claro que lo es. Como pintor, él no pintaba sólo un dibujo que le viniera en gana, sino una historia, un mensaje. Tenía que imaginar qué pintar para transmitir lo que él quisiera hacer sentir a quienes vieran su obra. Es decir: tenía que buscar ideas. Como pintor usaría técnicas gráficas y buscaría elementos metafóricos para poder generar sentimientos o transmitir mensajes, y lo mismo harás tú como escritor, usando técnicas narrativas.

―Déjame adivinar: Picasso no buscaba esas ideas ante un lienzo en blanco.

―No sé, no lo conocí en persona, pero apuesto a que no. Seguramente haría como tú o como yo: buscaría la inspiración leyendo un libro, paseando por la calle o visitando lugares desconocidos.

―O rebuscando en sus ideas.

―O rebuscando en sus ideas.

―Oye, pues me ha gustado. De hecho me voy con unas cuantas ideas apuntadas.

―¿De lo que te he dicho?

―No. Ideas para mis historias.

―¡Qué bien! Pues me alegro mucho.

―Cuando sueltas esas parrafadas tan grandes desconecto y entonces me vienen. Tendré que hablar más contigo.

―…

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