Fabricando un escritor

De pequeño me gustaba dibujar. Creo que en esto no soy original.

Sobre todo dibujaba coches y carreteras. En la familia tenían claro que sería ingeniero. Luego descubrí los aviones y me lancé a dibujarlos también. Por entonces ya dibujaba a Mortadelo y Filemón. Nunca dibujé un cómic, no era capaz de crear un guión sensato, pero los dibujaba en situaciones cómicas. También, pero menos, a Mario y Luigi.

Con el tiempo descubrí que las palabras rimaban, y que así nacían los poemas. Y con 15 años escribí algunos. Puede que algún día decida publicarlos, aunque para eso antes tengo que encontrarlos.

Por entonces mi madre me habló de un concurso de literatura, y me lancé a escribir una novela a la que perdí el rastro. Afortunadamente, por cierto. No estoy seguro de si la llegué a terminar, pero sí recuerdo que era un bodrio difícil de digerir, y que tardé una eternidad, mucho más que lo que tardaba en escribir unos cuantos poemas. Así que abandoné la idea de escribir novelas.

Pero sabía que para poder publicar libros de poemas tendría que escribir muchos, y sospechaba que los libros de poemas vendían menos que las novelas. Así que… ¿por qué no ponerles música?

Así era la forma de pensar que tenía yo a mis quince años.

Pues bien: estuve escribiendo canciones hasta casi los treinta. ¿Habré compuesto cien canciones? ¿Doscientas? Qué se yo. Tengo un buen puñado por ahí guardadas, pero ahora mismo me da pereza sacarlas de su archivador.

Componer una canción es algo satisfactorio. No era difícil sacar una letra en dos o tres horas (eso con una idea bien armada; en otro caso podía tardar meses) y luego tardar unos sesenta minutos en darle música. Y ya estaba lista. Pero la composición es encorsetada, limita mucho y obliga, necesariamente, a desechar determinadas historias que requieren detalles que alargarían la duración de la canción. A menos que seas Rubén Blades y te dé igual sacar un temazo superventas de nueve minutos.

Componer canciones es como cualquier otro arte: de pronto aparecía una historia y, si no sabía cómo atacarla, la memorizaba. Luego de varias ideas olvidadas aprendí que era más seguro anotarlas en algún documento para no perderlas. Algunas ideas eran claramente imposibles de plasmar en una canción, así que quedaron en la lista de pendientes.

Hace tres años, más o menos, que no escribo un solo verso. Mi cuerpo no me lo pide. Sin embargo, han seguido apareciendo historias, cada vez más elaboradas, que he procurado anotar. Y resulta que algunas han ido tomando cuerpo a base de darles vuelta.

Resulta que estoy volviendo al principio, a la escritura de narrativa y, en fechas más recientes, de poesía. Hasta hace poco más de un año me habría resultado impensable; pero aquí estoy, dándole al teclado. Supongo que me faltaba madurez literaria para afrontar una empresa de este tipo y, sobre todo, ideas útiles y con sustrato.

No sé si es así como se fabrica un escritor. El tiempo me dará la respuesta. Y la compartiré aquí con mucho gusto.

6 comentarios

    1. ¡Hola, Magalí!

      Ésa era una opción que tenía pendiente. ¡Gracias por recordármela!

      He habilitado un sistema de suscripción. Lo tendré a prueba a lo largo de las próximas semanas. Por favor, si ves que falla algo, házmelo saber para buscar una solución..

      Un saludo.

  1. Me gusta mucho tu blog.

    Me ha encantado saber que has compuesto canciones, me interesaría saber qué genero has usado y por supuesto si has colgado algo en youtube.

    Me tendrás por aquí muy seguido.

    Besos, Megan

    1. ¡Hola, Megan! Bienvenida 🙂

      Lo que escribía era canción de autor, algo ligero y sin grandes pretensiones. No tengo nada en Youtube porque nunca me procuré material para grabar, pero gracias por preguntar.

      ¡Nos veremos mucho por aquí, entonces!

      Besos.

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